Feudalismo corporativo

Ayer, en una reunión presidida por nuestro CEO, aprendí que existe un nuevo modelo de empresa: la autogestión o empresas sin jefes, ni jerarquías corporativas. No se me pudo escapar la ironía de enterarme de aquel descubrimiento milenario a través de la cabeza visible de dicha jerarquía, nuestro Chief Executive Officer.

Feudalismo corporativo
Feudalismo corporativo en el siglo XXI

El sueño utópico de cualquier persona trabajando para una gran empresa. Un mundo en el que uno no tiene que justificar al minuto por qué ha acudido el baño, por qué se ha metido el dedo en la nariz o por qué no ha podido terminar el informe a las 4 de la mañana y lo ha entregado a las 4:05. Una empresa en la que uno se debe sólo a su trabajo y a la camaradería de sus compañeros.

Siempre he sido gran defensora del anarquismo bien entendido. Creo sinceramente en la máxima de que el hombre se organizará en momentos de necesidad de manera espontánea. Ante un problema de vida o muerte, el ser humano no necesita de ninguna autoridad moral y/o externa para ponerse manos a la obra y coger el toro por los cuernos con otros cuantos. Cuando hemos visto catástrofes por la tele (o en primera persona), ¿acaso no va todo el mundo a ayudar? ¿A repartir comida, sostener una cuerda o lo que sea? Eso es anarquismo en su estado más puro.

Dadas las circunstancias de la conversación, sin embargo creo que podría haber acabado con la vida de mi CEO en un segundo si le suelto algo parecido. Identificar el anarquismo con un concierto de los Sex Pistols en el que el vómito y la cerveza se cuentan se encuentran como lo más básico, no es la manera más adecuada de encajar en un mundo lleno de zapatos de Louis Vuitton combinados con trajes de Zara.

¿Es ese mismo CEO el que ahora nos intenta contar que su trabajo no sirve para nada? Cosa que se lo podría haber explicado yo gratuitamente y sin necesidad de ningún estudio de mercado ¿Me están queriendo contar que todos los gerentes y jefes regionales van a ser despedidos? Y ¿significa eso que a partir de ahora nos van a subir el sueldo a todos los demás? Parece la utopía de cualquier sindicato marxista. Nada más lejos de la realidad, aquí ningún gerente con un salario de 6 cifras y bonos basados en el rendimiento laboral de sus subordinados (vamos, que no necesita ni pegar palo al agua) va a dejar su trabajo por el bien común.

CEOs disfrazados de hermanitas de la caridad, de corderitos en un mundo de lobos, que hacen que me cuestione que aquí hay gato encerrado. ¿Cuál es su agenda secreta? Crear un sistema neo-feudal en el ámbito de la empresa basado en el favoritismo. Es la Edad Media del mundo corporativo, un sistema basado en privilegios y amiguismos, y, lo más importante, exento de responsabilidades. Una estructura de poder más informal sólo sobre el papel, pero donde los mismos que ostentaban el poder en el patio de la escuela, ahora lo ostentan en las oficinas de plano abierto; pero esta vez, sin medidas que entorpezcan el ejercicio de su poder.

Un mundo donde paga más el haber ido a la misma universidad privada que meter horas extras, donde jugar a golf los fines de semana con la peña del curro importa más que buscar soluciones para la mejora de la producción y donde quien no participa voluntariamente en todo tipo de actividades de pseudo-ocio recibirá un tratamiento similar al de Ralph en la “Isla de las moscas”. El rebelde será cazado y perseguido como entretenimiento, por venganza y a la vez como advertencia hacia el resto. Somos un grupo de iguales, pero algunos somos más iguales que otros, y sólo hay un único pensamiento común.

Privilegios y amiguismos se convierten en la moneda de cambio, desapareciendo los sistemas de control que mantienen a ralla el bullying, el sexismo, el “ageismo” o cualquier otro tipo de “ismo” que se te pueda ocurrir. Una mafia en la que la única manera de sobrevivir es acercarse todo lo posible al “Don” de turno, plegarnos a sus deseos, y obtener de esa manera algún tipo de inmunidad que nos permita sobrevivir un lunes más. Como cantaba Jay Z “No hay iglesia en la jungla”, que se salve quien pueda.

¿Estaré exagerando? ¿Le estaré buscando cinco patas al gato? Dejadme pensar en el historial de los últimos años. VALVE, una empresa de videojuegos pionera de la autogestión, fue denunciada en Mayo de 2016 por una empleada transexual, y es que, de casualidad, la despidieron justo después de quejarse a Recursos Humanos de que uno de sus supervisores-compañeros la llamaba “eso”. Las productoras de cine son uno de los ámbitos que más pueden verse en donde se funciona como corporaciones temporales y flexibles, y fue ese ambiente el que creó a Harvey Weinstein. En Git Hub, otra de las empresas pioneras de la autogestión y también del sector tecnológico, su fundador así como otro supervisor-compañero crearon tal ambiente de estrés y de discriminación sexual y bullying que la desarrolladora J.A Horvarth, quien con anterioridad había rechazado las insinuaciones personales de dicho compañero, tuvo que pirarse para poder conservar su salud mental.

La feminista de los 60 Jo Freeman en su libro “La tiranía de la falta de estructura”, explicaba cómo la solución a los problemas del mundo laboral no es la ausencia de estructura, por mucho que yo me quiera inclinar hacia el anarquismo, sino “desarrollar esas formas de organización más adecuadas para un funcionamiento saludable”. Estructuras como las co-operativas se han convertido en ejemplos de compañías desarrolladoras de empleo, riqueza y bienestar social; los empleados se convierten en socios capitalistas y estructurales de la empresa, influyendo y votando en la decisiones directivas que afectan el funcionamiento y futuro de dicha compañía, al mismo tiempo que ésta mantiene una estructura jerárquica al uso tradicional en su funcionamiento diario. Una estructura donde todo el mundo tiene derecho a la palabra y al veto.

La próxima vez que cambies de trabajo, y te presenten con un manual de “Bienvenido a la oficina sin estructura jerárquica”, sabrás realmente identificar el cuento de hadas que te están contando y podrás leer entre líneas que no es oro todo lo que reluce. Bienvenido al Juego de Tronos” del siglo XXI.

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